Los lenguajes de Gisela
Por Jazz Noire
Enero es el mes del cumpleaños de Gisela, y más que navidad o año nuevo (menciones que se hacen por proximidad de fechas), es el día que suele esperar con más ansias. No porque haya una celebración especial o estrafalaria detrás de sus planes cada año, sino solo por el sentimiento único que le despierta; como si de pronto, en ese día, tuviera el derecho de ser visible ante el mundo, mismo que no se le permite en otras ocasiones. Para ella, hay algo mágico en la fecha, aunque para el resto del mundo sea otro día más para arrancar del calendario; horrible si cae en un lunes, más digerible si es en un fin de semana.
Desde siempre ha sido así, sentir que ese único día al año hay un imán encima suyo que atrae las miradas, las sonrisas, las felicitaciones de todos con quienes se cruza, como si todo el mundo, al verla, lo supiera. Por supuesto, más allá de hacer realidad la idea absurda de andar con un letrero de “Hoy es mi cumpleaños” por la calle, es imposible, pero la sensación de que es así prevalece, aun cuando siempre han existido los días malos y el cumpleaños no es uno que pueda escaparse de esas malas rachas, ni aunque el sentimiento catastrófico (y exagerado) aumente los detalles que en otros días serían insignificantes, detalles en ambos sentidos, buenos y malos: un cumpleaños en el que esperas la visita sorpresa de unos amigos (quien sabe por qué), pero nadie se aparece ante tu puerta y sientes que tu día te ha traicionado. Otro en el que nadie de tu familia te felicita por la mañana, pero que se ve mejorado en la escuela, cuando tus amigos te cantan «Feliz cumpleaños» en el receso con un Pingüino sobre el que hay un par de cerillos encendidos y se unen extraños de otros salones a la celebración. Uno más en el que por fin se cumple tu deseo de que alguien te prepare una fiesta sorpresa…
A veces Gisela se pregunta si ese sentimiento de querer ser el centro de atención en su cumpleaños (cuando no es parte de su naturaleza habitual) solo lo experimenta ella o es de esa clase de sentimientos tan humanos y comunes como la necesidad de respirar. Y es tan así, de creer esta fecha tan especial, que la idea de celebrar la ocasión en otro día, por más cercano que este sea, hace desaparecer la magia: no se siente igual, no es la misma emoción, no es la misma visibilidad e importancia ante el mundo. Ideas raras, sin duda, pero que se mantendrán y serán justamente el motor que le haga esperar a Gisela cada 18 de enero con entusiasmo y expectación, ya que, sin importar si el día finaliza con buenos o malos detalles, es solo una vez cada año.
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