Sueños lúcidos
Por Javier Paredes
El universo medieval cristiano era concebido como una serie concéntrica de esferas, cerrada y finita; posada en la mano de Dios, como el orbe de un emperador.
El herético Giordano Bruno —entre otros ilustres precursores— rompió con esa idea y a cambio nos ofreció un cosmos sin límites. De ese universo infinito, llegamos a concebir infinitos universos: paralelos, alternos, inflados como burbujas, arracimados y llenos de color.
Para conocer esos universos, debemos clasificarlos. De su taxonomía, podemos apuntar que las denominaciones son ambiguas y fluctuantes. Para Michio Kaku, en su Física de lo Imposible (2008), cuando hablamos de universos paralelos o alternos, podemos estar refiriendo a tres entidades distintas: a) Otras dimensiones, incluida cierta noción de hiperespacio; b) El multiverso de la teoría de cuerdas; o c) Los universos paralelos de la teoría cuántica.
La cuarta dimensión (y otras dimensiones ulteriores)
La noción científica que podríamos identificar como más antigua es la de una cuarta dimensión. Desde fines del siglo XIX, se trató de asimilar avances geométricos a nuestra realidad física. Nadie podía decir que existía, nadie podía probar que no, pero era un concepto seductor que dio lugar a obras de ficción como Planilandia (1884) de Edwin Abbot y la obra análoga de Charles Howard Hinton, Un Episodio de Planilandia (1907).
Como los cuentos de Gulliver, ambas planilandias son veladas críticas sociales que sirven para desarrollar las implicaciones de una cuarta dimensión, tales como poder ingresar a habitaciones cerradas o ver los intestinos del prójimo; una especie de omnisciencia y omnipresencia, tener una dimensión adicional es ser una divinidad en pequeño.
Otros autores victorianos afrontaron el reto dimensional. Mencionaremos de estos a Oscar Wilde con el «Fantasma de Canterville» (1882) y Alicia a través del Espejo (1871), que refleja su universo especular, donde para acercarte a alguien debes alejarte, entre otras paradojas tan del gusto de Lewis Carroll-Charles Dodgson.
El multiverso como conjunto relacionado de universos
La segunda forma de universo paralelo se funda en la teoría física que pretenden unificar el modelo estándar de partículas. En este esquema, existen 11 dimensiones que son necesarias para explicar el comportamiento de la materia; esas dimensiones interactúan en paralelo con otros universos. No existe un universo, sino varios que juntos conforman un multiverso.
Los universos cuánticos
Finalmente, los universos cuánticos a que refiere Michio Kaku, son analogables al Jardín de los Senderos que se bifurcan de Jorge Luis Borges (1941). Para cierta interpretación de la cuántica, cada que tomamos una opción, cada que elegimos, cada vez que el mundo toma una alternativa, el universo se desdobla y existen, a partir de ese instante, de forma simultánea, dos o más universos con todas las opciones posibles[1]:
Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma.
Pero la clasificación de Michio Kaku no es única, existen otras tipologías que pretenden distinguir entre universo paralelo (existe simultáneamente y puede ser por entero distinto al nuestro) y universo alterno (se caracteriza por ser similar a nuestra realidad, con variantes más o menos relevantes).
Ucronías
También se utiliza el término ucronía para referir a reconstrucciones ficticias de la historia, a desarrollos hipotéticos si hechos decisivos hubieran ocurrido de otra forma. Por ejemplo, como sería América si los musulmanes hubieran conquistado Europa o si los nazis hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial.
Como puede apreciarse, existen formas alternas de clasificar las realidades alternas.
Referentes
No podría decir cuál fue mi primer encuentro con un universo paralelo, pero acuden a mi mente dos episodios de la clásica serie de Star Trek:
«El factor alternativo» (episodio 27 de la temporada I) donde existe otro universo, al parecer de antimateria, en el cual se cumple la incansable persecución de un villano por un antivillano.
«Espejito, espejito» (episodio 4 de la temporada II) en el cual aparece un Spock con barba beatnik y donde cada protagonista tiene su contraparte malvada, incluido el capitán Kirk. En descargo de Spock, ha de decirse que era un malvado leal y honesto, de esos que ya son frecuentes.
Como se ha mencionado, Isaac Asimov aborda los universos paralelos en dos de sus más aclamadas novelas. En El Fin de la Eternidad (1955) los guardianes del tiempo, los llamados eternos, dirigen la historia humana evaluando realidades alternas. Así lo dice la heroína Noys:
El número de Realidades es infinito. El número de cualquier subclase de Realidades es también infinito. Por ejemplo, el número de Realidades en donde existe la Eternidad es infinito; el número de Realidades en donde no existe la Eternidad es infinito; el número de aquellas en donde la Eternidad existe, pero es destruida, es también infinito.
Algún tiempo después de la eternidad se publicó la obra Los propios dioses (1972), galardonada con el Premio Nébula y una de las pocas narraciones de Asimov donde intervienen alienígenas. El argumento de esta novela se basa en el descubrimiento de la bomba de electrones como fuente de energía, que es aparentemente inagotable y gratuita, pero que en realidad drena su fuerza de un universo paralelo.
En el campo de las ucronías es infaltable El Hombre en el Castillo (1962) de Philip K. Dick, que describe un mundo alterno donde triunfa el Tercer Reich. Misma temática que recogerá la colección de relatos Hitler victorioso (1986), con once versiones de pesadilla.
Son innumerables los cómics y mangas en torno al tema de los universos paralelos, como muestra bastaría la línea de Marvel Noir o la inefable bruja dimensional Yuko Ichihara de xxxHOLiC.
En la cultura popular, el llamativo Efecto Mandela concibe los fallos de memoria, los falsos recuerdos, como evidencia indirecta de otras alternas realidades.
En lo personal, me intriga —a más que me suele indignar— que realmente todos los humanos tienden a vivir realidades alternas, no solo por los ídolos de Francis Bacon (de la Tribu, de la Caverna, del Teatro, del Foro); sino por la deconstrucción del discurso de Derrida y hasta por el relativismo ético de los libros de texto oficiales. Ya nadie sabe apreciar la verdad, ni siquiera se desea reconocer que exista. Cada cual vive en su universo virtual, en su propia realidad alterna, donde a veces coincide con integrantes de la tribu urbana, de la familia, de un partido político. Coincidencia por lo demás pasajera, luego de la cual, quedamos espantosamente solos.
[1] Curiosamente, la formulación física de esta posibilidad se suele datar hacia 1957, es decir, 16 años después de la primera publicación del cuento de Borges, en 1941.
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