Secreter
Por Nora de la Cruz
Me pregunta quién es la mujer en mi salvapantallas: una rubia de pómulos redondos concentrada en su guitarra. Es Joni Mitchell, respondo, y luego viene algo inusual, la confesión de mi secreto: amo a Joni Mitchell, sus armónicos y semitonos, sus canciones atípicas, sin estribillo, que son casi siempre hermosas viñetas (pintora al fin) que de pronto pican con su alfiler mi corazón. Blue, songs are like tattos.
De ella me gusta sobre todo la manera en que ha madurado frente a todos, como un árbol espigado y tierno cuyas ramas ganan altura; su tronco, firmeza. La voz de la joven Joan Anderson es dulce en su juventud y luego se hace profunda, y entonces sus canciones mutan, cambian de matiz. A foggy lullaby, there is your song for me.
Y siempre termino explicando lo mismo: la complejidad de las canciones de Joni Mitchell, su increíble belleza, está ahí como un secreto que solo pueden escuchar quienes se acercan lo suficiente. No es para todos. Pero algunos la reconocen como una planta milagrosa y tímida que se esconde entre todos los pasos del bosque. Tal vez por eso me deslumbra tanto, ¿el corazón de quién no tiembla ante el hallazgo? I am on a lonely road and I am traveling, looking for the key to set me free.
Pongo Blue desde Spotify y espero a ver si el milagro se produce. No estoy segura. Pero no es raro. Creo que ese disco solo florece en soledad, brilla en la oscuridad o con la luz oblicua de una ventana donde atardece, ruge como un mar en miniatura en un par de audífonos. Le hubiera dicho todo esto, pero no me atreví lo suficiente: en el fondo de ese disco vive una que solo soy a solas. Si alguien me encuentra, ¿cómo escapar de esa mirada? Will you take me as I am? Will you?
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