Colaboración compartida entre
Abril Posas y Édgar Adrián Mora
en la que recordarán películas, novelas,
discos, cómics y más de los años noventa.
Abril Posas
STUPID GIRL
Garbage
Director: Samuel Boyer
Acérquense, niños, que les voy a narrar que en los años noventa del siglo pasado el alternativo nos bendijo con las féminas en la música. La pelirroja escocesa Shirley Manson, cuyo gran pecado de entonces era tener treinta años (el horror) al debutar la banda que la acogió, se ganó a pulso el lugar que ya ocupa en nuestros rojos corazones. Garbage, proyecto de vanidad del productor Butch Vig (pueden ir a googlear su nombre, yo los espero), se convirtió rápidamente en el vehículo de Shirley, y con justa razón. Para muestra, el video de «Stupid girl», sencillo del Garbage de 1995, y que no mereció gran presupuesto para la producción.
Porque, aunque Cobain ya había muerto, el grunge todavía no se iba; la imagen se editó para lucir sepia, sucia, dañada y manchada de pintura. El director, Samuel Boyer, le pidió a los cuatro integrantes que tocaran, así, como si no se dieran cuenta, y de pasó le hizo un pequeño homenaje al 7even de David Fincher —otro que empezó en los terrenos de MTV— y, sin embargo, lo que más recordamos es a la Manson de pie ante el micrófono, sin sonreír, sin bailar, sin ganas de caerle bien a nadie. No hubo chica más cool en ese momento y hasta ahora muchas buscamos un vestido corto con una franja blanca como de flecha, que apunte directo a nuestro ceño fruncido. ¿No me creen, pequeños? Denle clic al video y descúbranse siguiendo el ritmo del sample de The Clash, mientras se enamoran de una hermosísima Shirley:
BLACK HOLE
Charles Burns
Edición original: Fantagrahics, 1995-2005
Edición recopilatoria: Pantheon Books, 2005
El motivo del adolescente que se siente freak es tan común, que hasta existe una serie que se llama Freaks and geeks. Sin embargo, la manera en que autores han intentado convertirlo en una narrativa se ha vuelto en un arte. A mediados de los noventa, Seattle era el epicentro del cambio musical y, todavía sin sospecharlo, del consumo de cafeína. Y el ilustrador y escritor Charles Burns capturó ese espíritu en una historia de preparatorianos descubriéndose como monstruos. Black Hole se publicó en 12 volúmenes, en el transcurso de una década, tiempo suficiente para que sus primeros lectores se dieran cuenta de que ese sentimiento de alienidad es tan crudo que no se quita al cumplir 25 años.
Plantada en el Seattle de los años 70, un grupo de jóvenes descubre que hay una enfermedad de transmisión sexual que convierte a sus pacientes en monstruos, lo que los vuelve en marginados que, primero, desean ocultar lo que los hace diferentes y, después, vivir esas diferencias sin miedo a represalias. Desde hace 13 años, se ha barajado la posibilidad de hacer una adaptación cinematográfica, y hasta el nombre de Fincher se ha mencionado. Sin embargo, mientras eso sucede, lean el cómic y revivan esas malformaciones como si fuera la primera vez que las notan.
Édgar Adrián Mora
THELMA & LOUISE
Ridley Scott
1991
En 1993 llegué a la Ciudad de México para estudiar una Ingeniería en Telecomunicaciones en la UNAM, situación que terminó en la bandeja de reciclaje de las malas decisiones vocacionales. Justo cuando andaba en esa crisis vocacional y un semestre antes de que emigrara a Ciencias de la Comunicación, vi esta película que me voló la cabeza. Era mi primer contacto con una historia feminista, pero en ese entonces no lo sabía. La trama gira en torno a dos mujeres que hoy llamarían “empoderadas”, pero que en aquel entonces no eran más que una anomalía dentro de la producción industrial hollywoodense. Thema y Louise se encuentran en cierto punto de su vida hartas de someterse a las decisiones y control de un mundo masculino que no ha hecho más que oprimirlas prácticamente desde que tienen uso de razón. Y entonces deciden enfrentarlo. No con dignidad, resistencia y resignación, sino con las armas. La guionista Callie Khouri, a la postre ganadora del Oscar por esta cinta, afirmó que al escribirla lo que buscó fue construir personajes femeninos protagonistas en un mundo en donde el heroísmo era solo cosa de hombres. Hombres muy machos, por cierto. Una de sus frases sintetiza mucho de lo que se vería en pantalla: las mujeres no eran las heroínas porque nunca habían estado al volante de los autos. Y así, construye una de las mejores y más influyentes road movies de la historia del cine. Hoy, en un mundo gobernado por histéricos ridículos que odian los spoilers, resulta inconcebible que alguien no conozca el final del filme: rodeados por la policía frente al abismo del Gran Cañón, deciden inmolarse antes que retornar al estado que tenían antes de esa radical liberación. El auto despeñándose hacia el abismo es una de las imágenes más fuertes y sorprendentes que guardo en mi memoria. Salí del auditorio Justo Sierra / Che Guevara transformado en alguien convencido de que los finales felices no siempre corresponden a las mejores historias.
AMERICAN PSYCHO
Bret Easton Ellis
Patrick Bateman representa el inicio de la decadencia del imperio americano. Esta novela, publicada en 1991, describe de manera puntual cómo un grupo de jóvenes talentosos en el mundo de la especulación y los litigios financieros consiguieron hacerse de una fortuna que les dio acceso a todo lo material: drogas, autos, departamentos de lujo, tarjetas de presentación exclusivas, equipos de sonido láser alucinante y demás parafernalia que el capitalismo salvaje podía llevar a sus manos. Ante esa perspectiva, el sentimiento de vacío existencial no tardó en aparecer. Bateman se adueña de aquello que aparenta no estar a la venta: la vida de los demás. Convertido en un asesino serial sanguinario, toma víctimas por igual entre prostitutas, vagabundos y socialités insoportables. Su necesidad de reconocimiento, de amor aunque suene cursi, lo lleva a despreciar todo aquello que pareciera tener una vida más significativa que la suya. La psicosis americana se convierte así en la manera en cómo Easton Ellis alegoriza acerca de cómo el capitalismo termina con todo el mundo material y asalta sin aviso el mundo de lo moral. Ni toda la riqueza del mundo puede satisfacer, en última instancia, la meta de hallar el sentido de la vida humana. Leí esta novela en la primera mitad de la década a través de una traducción que Diana publicó en México, un país a donde la psicosis no tardó mucho en llegar por contagio con sus propias pesadillas.
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