• Noticias
  • Suscripciones
Editorial Paraíso Perdido
  • Paraíso Perdido
  • Entrevistas
  • Cuestionario Proust
  • Columnas
    • Abril Posas
    • Mariejo Delgadillo
    • Alberto Mendoza
    • Luis Martín Ulloa
    • Rodrigo Chanampe
    • Edna Montes
    • Alejandro Paniagua
    • Javier Paredes
    • Rodrigo González
    • Cecilia Magaña
    • Édgar Adrián Mora
    • Mariana Mota
  • Adelanto Editorial
  • Suscripciones
  • Librería en línea

Leer mujeres es como comerse una naranja

Leer mujeres es como comerse una naranja

Por Abril Posas


Compartimos el texto que Abril Posas escribió para su charla dentro del ciclo El Guardagujas, realizada el martes 18 de junio de este año. Provecho.


Abril Posas durante su participación en el #Guardagujas

Vamos por partes.

Pensé en este título para la charla, «Leer escritoras es como comerse una naranja» porque ya tengo más de 35 y vi el nacimiento de los Simpsons, así que pertenezco a esa generación cagazona que le encanta decir que lo mejor de la serie se acabó por ahí de la temporada 9 o 10. Y luego, porque cuando se me invitó a participar en esta serie de pláticas con autores de editoriales independientes, me sentí un poco como Homero en el capítulo en el que quiere dar clases en la universidad comunitaria de Springfield porque la reacción embelezada de los alumnos de su amigo Lennin, que enseña cómo masticar tabaco, lo inspira a compartir su conocimiento. Así que también he venido como asistente a las primeras dos sesiones, con Ceci Magaña y con Édgar Velasco, que compartieron experiencias propias con su escritura, para saber cómo se motivó el gordito pelón.

Y así como Homero toma aspectos de su propia experiencia con el matrimonio (su clase es sobre cómo tener un buen matrimonio), la charla de hoy también tiene que ver con la experiencia de mi propia escritura, porque hablaré de lecturas. Se sabe que sin leer no se puede escribir.

Ahora, para ponernos honestos, yo no me considero ni mucho menos una experta en literatura de género. Me considero una experta en las primeras 9 temporadas de Los Simpsons, por eso agoto la analogía entre un Homero que está por enseñar cómo tener un buen matrimonio y yo, sobre de qué se trata eso de leer a escritoras (leer a más escritoras) porque yo misma soy una, puede caer como un guante, y no porque yo sea estúpida como Homero Simpson, sino que lo he sido, que es distinto. Y eso comienza desde la manera en que, al menos desde la educación, hemos vivido la promoción de la lectura como un asunto meramente masculino que ni siquiera notamos hasta que alguien más lo señala. Incluso aunque en los talleres, los clubes de lectura y la promoción que luego se convierte en trabajo de las mujeres, los textos de los hombres son los que se encargan de protagonizarlos.

Entonces lo pongo claro: esta charla es porque quiero compartir con ustedes, que tan amablemente están aquí con el calor y las lluvias esporádicas, este viaje que apenas estoy comenzando que es la aventura de elegir escritoras sobre escritores.

Empezamos: leer a escritoras es como comer una naranja. Primero está la cáscara y al centro su dulce, dulce pulpa, ¿cierto? Te deshaces de la cáscara y metes la cara entre los gajos hasta que te comes todo. Y sin embargo, algo que parece tan nimio como leer un libro escrito por una mujer resulta en un acto de resistencia. Uno que cada vez escuchamos, por fortuna, más seguido, y que vemos cómo empieza a incomodar a los integrantes del club de Toby: desde los editores, los críticos literarios, los autores, los lectores, vaya, que ahora se sienten atacados porque no incluyen más nombres de mujeres en sus libreros. Este ejercicio se propuso hace unos años por una escritora gringa, según recuerdo, en redes sociales: comparar el número de escritores con el de las escritoras que tenemos en casa. El resultado más popular era mayoría masculina sobre la femenina. Lo siguen siendo, aceptémoslo. Entonces sí, leer a escritoras es como comer una naranja, sólo que antes de la dulce pulpa, que es la propuesta literaria de una autora en particular, tenemos la cáscara que nos aleja de descubrirla, que puede ser tan delgada como un prejuicio que se sacude pronto, o tan gruesa como todo un aparato que amarga la organización de encuentros literarios, bibliografía para los estudios en escuelas de todos los niveles, la discusión que se abre en torno a la publicación de mujeres de los que lo sienten más como una cuota de género.

Y ahí está de nuevo ese término tan incómodo: género. Cuando lo vemos en las casillas de una solicitud de empleo o cuando compramos un boleto de avión no nos quita tanto el sueño, pero cuando está en el título de una conferencia, una clase en la universidad, un programa social abierto al público, nos da roña y sentimos que estamos por abrirle la puerta a una época fascista. Himinismi, ni fiminismi ni michismi, decimos por querer jugarle a la Suiza durante la Segunda Guerra Mundial: no queremos tomar lados, porque nos da miedo equivocarnos, ¿cierto? Sin embargo, eso lo entendería más cuando nos enfrentamos a un nuevo sabor de helado. ¿Por qué arriesgarnos con una bola de tocino con maple y trocitos de chicharrón frito espolvoreado, si la Vainilla es la vieja confiable? Pero ¿por qué cuando es momento de acercarnos a los asuntos de género nos da tanto miedo? Son siglos, amigos, SIGLOS, de esta tontería, y no tenemos que irnos tan lejos para comenzar a pensar por qué esa cáscara de la naranja que es la literatura femenina es más rancia, petrificada y, sin embargo, difícil de romper.

Si hasta Taylor Swift dice que es feminista y aliada de todas las minorías que hay, ¿por qué sigue siendo un tema controvertido eso de tratar de elegir a una autora sobre un autor? —o de, al menos, equilibrarlo para sea uno y una— pues porque, desde lo más sencillo: estamos acostumbrados a que la literatura femenina se borre. (¡Y la literatura queer, y la indígena! Toda la que no sea masculina, blanca y heterosexual). Es decir, tenemos que recordar que las mujeres, no sólo también somos personas, también escribimos desde la misma época en que un tipo se puso a contar una historia. Por ejemplo, han sobrevivido hallazgos de que en la Edad Media hubo grandes copistas que hicieron ediciones especiales por petición de sus clientes, pues su calidad era muy socorrida. También se ha encontrado correspondencia de la época, sobre todo entre clérigos, pero sólo las misivas escritas por hombres existen, aunque fueran respuestas a lo escrito por una mujer. Textos firmados como «Anónimo» de aquella época se cree que son, seguramente, hechos por mujeres pero que una de dos: los que los copiaron a mano no se tomaron la molestia de incluir el nombre de la autora, o la autora misma decidió no escribir su nombre si de todas formas lo iban a borrar de la historia. ¿Y quiénes rescatan estos textos? Otras mujeres, por supuesto.

Hace unos años me invitaron a un encuentro de escritores en Zacatecas. Hablamos de Elena Garro y su escritura, e inevitablemente de su esposo el Nobel, que además de rondarla cuando era todavía menor de edad, la tachó de loca hasta su muerte. En el recinto donde hablamos de ella, la librería mejor surtida de la ciudad, había un poster, un árbol genealógico de la literatura mexicana. La única mujer que aparecía era Sor Juana. Ni Rosario Castellanos, ni Poniatowska, ni Nellie Campobello. Por supuesto, tampoco Garro. Pero sí Alfonso Reyes, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, el Nobel, y los etcétera que hemos aprendido desde la primaria. Tardamos mucho en tomar en serio aquello de que el realismo mágico tuvo su semilla en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro, no en los 100 años de soledad de Gabriel García Márquez…

En la cáscara también están los planes de estudio de las escuelas, con libros escritos por hombres, y muy pocos de mujeres. Eso además da la impresión de que sólo los hombres tienen la oportunidad, el derecho y la capacidad de hacerlo. Es un asunto de representación. Suena muy básico, pero es así de básico. Y aunque a muchos nos llegó a chocar que se abriera una clase de «literatura de género» con cupo limitado, parece que de pronto la respuesta es buscar un espacio propio, cuando en los espacios «abiertos» no caben las autoras que han sido parte de esta tradición artística.

¿Qué otro material conforma esta cáscara de la que hablo? De las ganas de un grupo de hombres que, cobijados por su prestigio y sus credenciales, escriben columnas en donde pretenden decirle a las mujeres que nos organizamos cómo es que nos tenemos que organizar, qué tipo de literatura escribir y qué esperar de la aprobación del resto de nuestros colegas, los Hombres Escritores que ya tienen las respuestas. No importa si su ego ya está tan explotado que existe una bienal con su nombre, ellos son los que piden, luego-luego, las pruebas en donde se demuestra que hay menos mujeres invitadas que hombres, que cuando hay concursos con jurados masculinos ganan menos propuestas femeninas, que cuando se trata de trabajar con otros hombres, somos las mujeres las que tenemos que aguantar, además de la condesendencia, el acoso. Y que si entregamos todo lo necesario para probarlo, lo seguirán poniendo en duda porque «mi esposa es editora», o «tengo una amiga que sí gana premios».

Ahora, existen los que se atreven a ponerlo sobre la mesa: si es verdad que las mujeres también escriben, ¿dónde están sus manuscritos? Si es cierto que hay mucha calidad ahí atorada en sus pequeñas manecitas, ¿por qué no lo estamos leyendo? Vayamos atrás otra vez y recordemos que esto de que la educación es para todos es un mito. No sólo ayer, también hoy. Porque antes el problema era que una mujer sólo debía saber cocinar y parir, hoy es que la situación económica no alcanza para que todos vayan a la escuela. O que si alguien se enferma en casa, a la mujer le toca. O que el proyecto del hombre es más apremiante que el de la mujer, por eso ella se encarga o de cuidar a los niños exclusivamente, o a llevar la lana a la casa + hacer de comer y lavar la ropa, porque el amado no sabe si el detergente va en el primer ciclo o es el suavizante. Tengo ejemplos de todos estos casos, y me sigue sorprendiendo que ninguno de ellos ocurre en la típica casa en donde el machito mayor se cree Pedro Infante, no, señor, estos son hombres de clase media o clase media alta, que estudiaron humanidades en la universidad y que detestan las novelas de televisa.

Pero entonces nos tenemos que enfrentar a otra capa de la naranja, y nos damos cuenta de que no es una naranja dulce, es una pinche cebolla que nos hace llorar con cada capa que le arrebatamos: las mujeres que sí escriben, ya sea porque aprendieron a vivir sin dormir o porque decidieron tomar un camino en el que no hay marido y no hay familia, tienen que enfrentarse a los críticos, hombres por su puesto, que les dicen que sus temas no son interesantes. Primero buscan cómo limitar la educación y la experiencia laboral, las oportunidades de viajes, la vida en solitario; luego, cuando la escritura está plagada de temas «femeninos», lo descartan de inmediato. Los temas del hogar, los sentimientos, las trabas sociales que una enfrenta por ser mujer: NO FUNNY. Jane Austen, Dickinson, Laura Esquivel… nel, es novela rosa, y  lo pronuncian con un asco que parece que les pidieron que besaran los labios fruncidos de Donald Trump. Y sale otro grupo de mujeres que dicen «Está bien: aquí tengo mis historia de terror, mis diarios de pirata, mis crónicas de la guerra, mi ciencia ficción». ¿La respuesta?: «No es tema de mujeres». A su madre. No hay para dónde hacerse, más que firmar con nombre de hombre, porque a veces no todos se dan oportunidad de leer tu manuscrito firmado por ti y felicitarte con un «OIE, AMIGA, QUE PADRE QUE ESCRIBES COMO HOMBRE», porque hacerlo como mujer es un insulto. Siempre cuando, por cierto, no seas tan soez, tan gráfica con la violencia o el sexo, tan aguda como para retratar el habla de los que nos incomodan. Pregúntenle a Chrisopher Domínguez para que entiendan a qué me refiero: https://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/christopher-dominguez-michael/cultura/2017/05/17/novisimos-la-bruja

Por fortuna, las mujeres no nos hemos extinguido, a pesar de los que lo siguen intentando. Hola, Alerta de Género en Jalisco. Y somos nosotras mismas las que nos rescatamos. Rescatamos las que se murieron hace más 500 años y las que siguen escribiendo aunque nos vean con la nariz fruncida. Porque ni siquiera importa a qué nos dediquemos, nos van a ver feo. Cuando Sophia Coppola comenzó a tener éxito con sus películas, lo primero que le preguntaron es si su esposo se las dirigía en realidad. Cuando Julia Roberts intentó hacer películas más retadoras en los noventa, las productoras y la gente le pidió que regresara a las comedias románticas ligeras. Y cuando se anunció que Robert Pattison será el nuevo Batman, la primera queja fue que eligieran a un actor que interpretó a un vampiro en una saga para chicas adolescentes. Es decir: las mujeres deben hacer lo que ustedes dicen que le gusta a las mujeres, pero además en realidad no les gusta lo que le gusta a las mujeres y no quieren «contagiarse» de eso. Pero si resulta que sí les gusta, es porque tuvo que hacerlo un hombre, ¿cierto?

Lo que me lleva a lo que más me importa de todo esto que estoy diciendo: toda la literatura importa. Todo el arte, pero hoy hablamos de libros. Decir que todo lo que escriben las mujeres es bueno sería tan estúpido como decir que todo lo que escriben los hombres también lo es. Tampoco leer te garantiza ser mejor persona, porque a veces la comprensión lectora que tenemos es tan pobre, que se nos escapa el mensaje. O tenemos la cabeza demasiado dura para cambiar nosotros mismos. Sin embargo, un libro puede ser, en ocasiones, el mejor ejercicio de empatía que podemos hacer, puede ser quizá el único que hagamos sin que nos obliguen: ponernos en los zapatos de alguien que es diferente a mí, que ha vivido una historia que ni yo pude haber imaginado, y que si no me convierte en mejor persona, al menos me ayuda a abrir el horizonte un par de grados. En estos días leí que en Inglaterra vivió una tal Margery Kempe en 1373. Tuvo 14 hijos, no sabía escribir y un día decidió que sería una viajera. La acusaron de herejía por atreverse a ser libre. Años después, poco antes de morir, quiso escribir sus memorias, así que se las dictó a 3 escribanos para que estuviera listo. La versión que se tenía vigente, la que llegó al siglo XX, al menos hasta 1934, era una recortada, en donde ella no narraba en primera persona, sino que era testigo de lo que le pasaba a alguien más. Ya se tiene el original, y sabemos que su protagonista era enorme, parlanchina, denunciaba los acosos que sufría. Pero esa edición que se tenía entonces, que data de 1501, fue alterada y entonces la experiencia que nos llega es distinta.

Lo nos lleva a otro asunto: ¿Sabían que muchos efectos secundarios que anuncian las cajas de medicinas se basan sólo en las reacciones en hombres? Por eso a las mujeres les va peor con eso, ¿y saben cuál es el segundo efecto secundario más común en una mujer? Que la medicina no le haga efecto, porque fue diseñada para la química de un hombre. Un problema que sólo se ve sobre simplificado en asuntos más prácticos, por ejemplo, cuando la NASA tuvo que suspender una misión de mujeres astronautas este año, porque los trajes que diseñaron no estaban pensados para contener los senos de las tripulantes. O que los síntomas de un ataque cardiaco no son iguales entre hombres y mujeres, pero los que se difunden más son los que corresponden a ellos. Entonces, si estamos ante una emergencia así con una mujer, ¿qué hacemos? O que nunca en la historia se había tenido un muñeco de práctica con senos de mujer para las clases de resucitación cardio pulmonar, lo que causa que los civiles que han tomado cursos, no sepan qué hacer si una mujer lo necesita. El diseño de ciudades, de apps, del transporte público… tristemente se sigue pensando en un sólo usuario principal: un hombre, heterosexual, blanco, al que le funciona todo el cuerpo.

Vargas Llosa podrá decir misa, pero la poca representación de las mujeres, y sobre todo, las pocas ganas de aumentarla —«es que cancelan a la mera hora», «es que las dos editoriales que conozco casi no tienen», «es que no conozco a ninguna», «es que no hay una que valga la pena» wey, en qué malditos holgazanes se convierten los hombres cuando les dan unos aplausos y qué fácil les resulta excusar comportamientos reprobables a sus amigos, así como la mediocridad de sus textos—, está en todos los niveles. Y aquí es donde entramos nosotros, los lectores. Tomamos la naranja, le encajamos las uñas y le arrancamos la cáscara que nos impide clavarle el diente al primero de sus gajos. ¿Y por qué queremos hacer eso? Porque la historia no la cuentan sólo los escritores que ya conocemos. Y porque la manera en que se representa el mundo es tan distinta, como maneras en que por fin nos comeremos la maldita naranja, una verdad que podemos asimilar tan pronto podamos admitir que el universo no se define sólo por nuestras propias experiencias, un ejercicio de humildad que cuesta mucho trabajo realizar y que justificamos tan fácil como con decir «es que es mi opinión» o uno todavía más cínico: «no me interesa». Y si vamos con esa bandera va a ser más difícil quemar la que dice «lo que dices no tiene sentido» seguido de una diatriba disfrazada de «libre expresión» hecha para descalificar todo lo que no cabe en nuestra cajita dentro de la cabeza. Para seguir haciendo medicina que no funciona para todos, en una ciudad que no beneficia a todos, con historias que sólo reafirman que lo que le sucede a un puñado de personas es lo que representa al resto.

A los hombres les ha gustado decir que la mente y el cuerpo se separan, que el alma es la que trasciende, que no importa si lo escribe un hombre o una mujer, lo que queda es su genio. Por eso, los que tienen dinero y tienen a Elon Musk en sus contactos frecuentes, están invirtiendo su fortuna y su conocimiento tecnológico para trasladar su conciencia a una máquina, y así ser inmortales, sin los inconvenientes de tener a una mujer de compañía. Como dice el artículo donde leí lo que les cuento: es el manspreading hacia el futuro. ¿Se imaginan la pequeñez que tienen? De criterio. Sin embargo se nos olvida que lo que se describe también depende de dónde se viene: una escalera no es lo mismo para alguien con piernas que para otro en silla de ruedas; un gato no inspira lo mismo si has convivido con uno antes o si es la primera vez que lo encuentras; una calle oscura no la ve igual, se los aseguro, si la camina un hombre o si es una mujer la que se adentra.

Finalmente, leer a escritoras es como comerse una naranja, porque a veces, cuando mordemos de cierta manera un gajo, un chorro de zumo saldrá volando y le caerá al ojo al otro, al que le da miedo que lo inviten a un encuentro de «literatura de género», le va a arder, pero también le va a limpiar la visión con esas lágrimas que va a derramar. ¿A poco no es pendejísimo conformarse con una pequeña porción de la concepción del mundo, si al alcance de la mano está la oportunidad de zambullirse en los zapatos de alguien más y jugar al «¿qué pasaría si…»?

Y pues ya, cómanse la maldita naranja.

Cómanse la maldita naranja

Textos que nutrieron esta charla (en inglés):

  • How to supress women’s writing: http://the-eye.eu/public/Books/Radical%20Feminist%20Literature/Joanna%20Russ/How%20to%20Suppress%20Women’s%20Writing%20(74)/How%20to%20Suppress%20Women’s%20Writing%20-%20Joanna%20Russ.pdf
  • First female CPR dummy created to help save women suffering from cardiac arrest: https://www.independent.co.uk/life-style/women/womanikin-cardiac-arrest-female-cpr-breasts-dummy-joan-a8943781.html
  • Women’s minds matter: https://aeon.co/essays/feminists-never-bought-the-idea-of-a-mind-set-free-from-its-body
  • Everything you love is shit: https://ambermoore81.wordpress.com/2019/05/23/everything-you-love-is-shit-or-hell-always-be-cedric-to-me/
  • The pitfalls of data’s gender gap: https://www.scientificamerican.com/article/the-pitfalls-of-datas-gender-gap/

Fotografías: Claudia Lopez @claudiatres

Comparte esto:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Navegación de entradas

Elegir el fantasma
Lecturas para el verano
  • Reseñas
  • Videos
  • Soundtracks & playlist
  • Lo mejor de…

Entradas y Páginas Populares

  • Tres versiones de Mazinger
    Tres versiones de Mazinger
  • Universos paralelos, realidades alternas
    Universos paralelos, realidades alternas
  • Recuento del viejo que grita a las nubes
    Recuento del viejo que grita a las nubes
  • Mi mayor miedo es el olvido después de la muerte.
    Mi mayor miedo es el olvido después de la muerte.

Síguenos en Facebook

Síguenos en Facebook

Instagram

eparaisoperdido

Publicamos libros de escritoras y autores emergentes, con una visión renovada del #cuento, #novela y #ensayo. #Catlovers 😻
👇🏽 #EncuentraParaísoPerdido

Editorial Paraíso Perdido
Como parte de los festejos por el 24 aniversario l Como parte de los festejos por el 24 aniversario le propusimos a @literalmx.libreria que ofreciera en exclusiva y con descuento, únicamente en el mes de agosto, 24 de nuestros títulos más recientes. Esta es la selección propuesta, para más detalles pueden seguir el link de la bio o visitar literalmx.com. 

#EditorialParaísoPerdido #24aniversario #festejo #descuentos #ofertas #editorialesindependientes #VeranodeLibros #GDLEdita #Literalmx #MásQueLibros
Viernes Elegante. Mucho ❤️ y libros para el fi Viernes Elegante.
Mucho ❤️ y libros para el fin de semana.

📷 @cafebreriapessoa

#librerías #LasElegantes #cuento #antología #DidiGutiérrez #bookstagram #bookstagramMéxico #editorialparaisoperdido
¡Estamos de fiesta 🎉! Hoy cumplimos 24 años y ¡Estamos de fiesta 🎉! Hoy cumplimos 24 años y los celebramos con toda la alegría que nos da anunciar nuestra siguiente novedad editorial:

📕 Prueba de resistencia, de Bladimir Ramírez, Premio Salvador Gallardo Dávalos 2021 en narrativa.

🗓️ Disponible el 10 de septiembre.

🛍️ Preventa a partir del 15 de agosto.

#PruebadeResistencia #BladimirRamírez #cuento #EditorialParaísoPerdido #novedad #Premio #SalvadorGallardoDávalos #coedición #ICA
Repost @cinema.audirac • «Lo único que te pid Repost @cinema.audirac
•
 «Lo único que te pido es que no me vuelvas a dejar en medio del silencio»...

#cuento #LolaAncira #TristesSombras #EditorialParaísoPerdido #bookstagram #bookstagramMéxico
Control de calidad gatuno. Yoki también quiere da Control de calidad gatuno. Yoki también quiere dar lectura de finas.¿Qué libro traerá entre garras? 🤔

#caturday #catstagram #weekendmood #findesemana #trabajoenproceso #nuevolibro #editorialparaísoperdido #gdlgremio #gdledita
Sus libros favoritos también en #ebook. A un cli Sus libros favoritos también en #ebook.

A un clic de distancia en las principales plataformas, servicios de lectura digital y bibliotecas en línea. 

#cuento #bookstagram #bookstagramMéxico #lecturasrecomendadas📚 #bookmate #kobo #apple #kindle
Recuerdo gatuno 😻 #Muji #Caturday #catstagram Recuerdo gatuno 😻

#Muji #Caturday #catstagram #findesemana #catlovers #weekendvibes #relax #EditorialParaísoPerdido
Viernes de envíos en @literalmx.libreria #librer Viernes de envíos en @literalmx.libreria

#libreríavirtual #editorialesindependientes #EditorialParaísoPerdido #libros #bibliodiversidad #ventaonline
Ya es jueves, se vale parar unos minutos y seguir Ya es jueves, se vale parar unos minutos y seguir leyendo ese cuento que dejaron pendiente...

#LibrosRecomendados #cuento #RespirarBajoelAgua #OliviaTeroba #bookstagram #BookstagramMéxico #LectoraParaísoPerdido #EditorialParaísoPerdido
Síguenos en Instagram

Recent Comments

  • El balón no está hecho para detenerse en la red – Daniel Centeno en Instantánea Express 09: ganador
  • Gula – Daniel Centeno en #InstantáneaExpress 17/03/2017: Ganador

Pages

  • Noticias
  • Suscripciones

Categories

  • #CrisisCompartida
  • #InstantáneaExpress
  • Abril Posas
  • Adelanto Editorial
  • Alberto Mendoza
  • Brillar en sociedad
  • Buscando a Wakefield
  • Columna Nora
  • Columnas
  • Cuestionario Proust
  • De la música
  • De otros blogs
  • De principio a film
  • Descargas
  • Entrevista
  • Eventos
  • Ficción
  • Hipérbole incesante
  • Inspirado en hechos reales
  • Instagram
  • La pecera secreta
  • Lente anónima
  • Listas
  • Lo mejor del año
  • Los lenguajes de Gisela
  • Manuel Fons
  • Noticias
  • Nunca fui Shirley Manson
  • Omnifón
  • Orilla de letras
  • Playlist
  • Podcast
  • Prensa
  • Promoción
  • Reseñas
  • Saca el diván
  • Secreter
  • Sin categoría
  • Slider
  • Soundtrack
  • Sueños lúcidos
  • Suscripciones
  • Videos

Recent Posts

  • Horas insomnes que vuelan a la fantasía
  • Una columna (no) es un confesionario
  • Crónica y evaluación de mi encuentro con lady Líbano
  • Volvería en forma de lluvia.
  • Porque quiero

Archives

  • octubre 2020
  • septiembre 2020
  • agosto 2020
  • julio 2020
  • junio 2020
  • mayo 2020
  • abril 2020
  • marzo 2020
  • febrero 2020
  • diciembre 2019
  • noviembre 2019
  • octubre 2019
  • septiembre 2019
  • agosto 2019
  • julio 2019
  • junio 2019
  • mayo 2019
  • abril 2019
  • marzo 2019
  • febrero 2019
  • enero 2019
  • diciembre 2018
  • noviembre 2018
  • octubre 2018
  • septiembre 2018
  • agosto 2018
  • julio 2018
  • junio 2018
  • mayo 2018
  • abril 2018
  • marzo 2018
  • febrero 2018
  • enero 2018
  • diciembre 2017
  • noviembre 2017
  • octubre 2017
  • septiembre 2017
  • agosto 2017
  • julio 2017
  • junio 2017
  • mayo 2017
  • abril 2017
  • marzo 2017
  • febrero 2017
  • enero 2017
  • diciembre 2016
  • noviembre 2016
  • octubre 2016
  • septiembre 2016
  • agosto 2016
  • julio 2016
  • junio 2016
  • mayo 2016
  • abril 2016
  • marzo 2016
  • febrero 2016
  • enero 2016
  • diciembre 2015
  • noviembre 2015
  • septiembre 2015
  • agosto 2015
  • junio 2015
  • mayo 2015
  • abril 2015
  • enero 2015
  • diciembre 2014
  • noviembre 2014
  • octubre 2014
  • diciembre 2013
  • noviembre 2013
  • noviembre 201
  • Elara by LyraThemes
  • Made by LyraThemes.com
A %d blogueros les gusta esto: